domingo, 4 de septiembre de 2016

Proceso de evaluación de la lectura y la escritura del docente dominicano Franklyn López




La lectura y la escritura son dos actividades complejas que, como todos sabemos, resultan altamente necesarias para acceder a los saberes organizados que forman parte de la cultura. Leer y escribir cobra sentido en nuestra vida y en la de nuestros alumnos y alumnas cuando lo hacemos con un propósito determinado, utilizando diferentes estrategias que deben ser aprendidas a lo largo de toda la escolaridad. En estos tiempos modernos en el cual el rol del docente radica en ser un maestro facilitador de aprendizaje en donde nuestros estudiantes sean ellos creadores auténticos de su propio aprendizaje, podemos ver que en nuestros centros educativos la realidad es otra, ya que muchos maestros en nuestras escuelas al parecer no conocen el enfoque curricular actual, y continúan utilizando el enfoque conductista que no prioriza el desarrollo del pensamiento ni despierta la criticidad que necesitan nuestros alumnos en situaciones de la vida real, sino más bien, plasmado de un gramatiquismo y un teoricismo literario. Tenemos maestros que aun en pleno siglo XXI quisieran contradecir las investigaciones psicogenéticas y psicolingüísticas, en donde se han confirmado que los niños son agentes activos y creadores de su propio aprendizaje. Para esto vamos a responder las siguientes interrogantes, ¿Cuáles son las concepciones de evaluación que prevalecen en las escuelas dominicanas? ¿Qué se debería hacer ante la situación planteada? 

Para dar respuesta a la primera pregunta quisiera antes enfatizar que nuestro país está inmerso en un proceso de trasformación y actualización curricular; pero en las escuelas nos encontramos con docentes que entienden que para evaluar el aprendizaje de la lectura y escritura, se hace decodificando, repitiendo y descomponiendo el texto en silabas, palabras y oraciones,  de manera mecánica, priorizando así la memorización y utilizando como único recurso el libro Nacho, ya que, consideran este método obsoleto como el mejor para aprender a leer y a escribir.




En cuanto a la segunda pregunta los maestros necesitamos un cambio en nuestras prácticas pedagógicas, que abarque desde nuestra propia concepción en torno a cómo debemos evaluar, pasando por los alumnos que son los actores activos creadores de aprendizaje y finalmente readecuar el proceso evaluativo como elemento fundamental del quehacer pedagógico. Actualmente en nuestras escuelas nos encontramos con maestros que evalúan el proceso final de los estudiantes, ósea, el resultado pasando por alto el proceso. Cuando evaluamos el resultado nos procuramos más por conocer lo que el estudiante no sabe, mientras que si evaluamos el proceso conocemos lo que cada alumno es capaz de hacer y así podemos como maestros ayudarlo a crecer, mientras que cuando evaluamos los resultados de los estudiantes no tenemos en cuenta los elementos significativos del proceso. 

En conclusión puedo inferir que, todavía estamos a tiempo de lograr estos cambios ya que deben partir del docente mismo, del reconocimiento de su papel en los procesos educativos, si no cambiamos nuestro chip y lo actualizamos a los cambios que nuestro currículo revisado y actualizado nos demandan en asuntos de la evaluación de la lectura y la escritura no habrá el resultado que esperamos en nuestros estudiantes, ya que, el papel del docente ya no se centra en transmitir conocimientos preelaborados sino que debe constituirse en observador, guía y facilitador de situaciones que ayuden a los estudiantes a leer y escribir de manera natural; teniendo en cuenta que debe ser flexible y comprensivo en su actuación para así crear un ambiente agradable, sin tensiones y por lo tanto apropiado para que el aprendizaje se realice.